Pienso que la búsqueda de la
propia identidad ha significado siempre una de las más azarosas
aventuras del hombre, quizás el centro de su drama, ya que el yo es
abismal y, por lo tanto, su afirmación, aun en el mejor de los casos, no
termina nunca de consolidarse. Inseparable de este acuciante, decisivo
desafío, está la carga de los ancestros, el acontecer de la genealogía.
Silvestre Mártires, el protagonista de mi novela, no es sino un poseído
de sus antepasados, y cada uno de los seres que entran en su composición
está lanzado a esa otra aventura representada por la necesidad de
continuar vigentes, de asegurarse uno que otro tramo de inmortalidad".
M.G.