Echo de menos la puntualidad de autobuses y trenes, el silencio nocturno, las grandes aceras entre parques que permiten largos paseos por la ciudad… y hasta el Jet d'Eau cuando se acerca la primavera y ya se alejan los furiosos vientos del invierno. Pero sé que esta añoranza es más literaria que real, más por contraste con la atribulada vida que llevamos en España que por encontrarle tanto placer a la de Ginebra, más por las carencias que me parece tener aquí que por echar de menos lo que acabo de citar, del mismo modo que estando en Ginebra añoraba los alborotos y los desfases del sur, la falta de rigor y de puntualidad, las exageraciones, el sol y las noches ruidosas e interminables. Este parece ser el milagro de conocer otras voces y otros ámbitos, y tal vez un pequeño secreto para acercarse a la felicidad consista más en echar de menos que en tener y disfrutar. He aquí la magia del viaje, se haga en tren, en avión, en barco o, como espero, leyendo un libro sobre una ciudad tan bella e insólita como mi añorada Ginebra. Rosa RegàsEn 1983 Rosa Regàs dejó Barcelona y se fue a Ginebra, donde pasó cada año muchas temporadas mientras trabajaba como traductora para las Organizaciones de las Naciones Unidas. De su estancia surgió el que sería su primer libro, una mezcla de análisis sociológico y narración novelesca, fruto de la atenta contemplación de un modo de vida extremadamente particular. No es extraño que para mucha gente Ginebra sea el mejor libro de Rosa Regàs, pues transmite de forma impecable la fuerza y la madurez de su inteligente mirada literaria.